Sebastian Bach
CDMX 5 DE diciembre 2016| fotografía por rodrigo olivares | reseña por leslye arredondo
Ir al Kiss Lounge es una experiencia inigualable; no importa si eres fan o no de Kiss, puedes sorprenderte con la impresionante colección de objetos fuera de serie, envolverte con la ambientación glamourosa y rockera, sentirte cómodo y agasajado con la excelente atención que recibes desde la entrada y en cada paso que avanzas hacia el fondo del lugar, sentir que entras a otro mundo. En definitiva, es el escenario perfecto para recibir a un grande del hard rock, a un artista completo, que con su voz trasmite garra, sentimiento y que conserva su esencia ochentera. Por Sebastian Bach —quien figura como referente de la época dorada del glam y el hard rock estadounidense—, no han pasado los años. Con ejecución impecable, entrega y carisma, ofreció un setlist clásico que selló con su increíble registro vocal y estilo.
Entre Bach y los músicos que lo acompañaron en escena hubo buena química. La cercanía que los asistentes tuvimos con la explosión que se producía con cada rola, hizo este concierto muy especial. Creo que muchos jamás nos imaginamos vivir tan de cerca un show tan poderoso. La atmosfera tan íntima provocó emociones que elevaron el ánimo de Sebastian, quien siempre buscó conectar con sus fans, prestando gran atención a los más pequeños. Saludó con mucha energía a los cercanos, posó para las fotos y dedicó fragmentos de canciones a quienes lo grabamos, mateó y se dejó llevar, fluyó sin poses, cero pretensiones.
Desgarró su garganta con God Of Thunder y Take Me de Kiss, demostró que sus tablas siguen firmes interpretando Tom Sawyer, Working Man y Spirit Of The Radio de Rush y enloqueció con TNT de AC/DC. Las sorpresas del set fueron Surrender de Jimmy Hendrix al inicio y Youth Gone Wild de la banda que hizo brillar su gran talento, Skid Row.
Todos estábamos en el punto cumbre cuando Sebastian nos entregó la última pieza, — dejándonos atónitos pues creímos que no interpretaría ninguna rola de Skid Row— se calentó aún más el Kiss Lounge y el climax se convirtió en despedida. Creo que el único reclamo que podemos hacer, es que debió durar más, mucho más.
La fiesta siguió, todos los fans que se encontraron con Sebastian en el Meet & Greet salían del camerino con ganas de seguir rockeando, fusionando su emoción con la frialdad del clima, las cervezas y la buena selección de música. Sin duda, valió la pena el traslado —vino gente desde Campeche por ejemplo— y la espera —las horas en la carretera México Toluca—, pues un deleite así, tanto visual — porque Sebastian sigue siendo un hombre súper atractivo y realmente ha mejorado su aspecto— como musicalmente hablando, no se