Enjambre complace a fans con más canciones
CDMX | 04 DE MAYO DEL 2017 | COBERTURA POR: JACQUELINE PONCE | FOTOS: CORTESÍA DE OCESA (JOSÉ JORGE CARREÓN)
El pequeño hijo de Javier Mejía, guitarrista de Enjambre, sube al escenario a abrazar a su papá al final del concierto. Se roba la atención del público y las chicas quedan fascinadas. Hasta los chinos tienen igual. Le da un beso y lo carga mientras se despide de todos los que fueron al Teatro Metropólitan.
Termina la segunda parte del concierto y Enjambre se despide. La gente se aferra a quedarse dentro del Teatro y grita: “Otra, otra, otra”. Otros se dan por vencidos y caminan rumbo a la salida. “Esto nunca nos había pasado”, dice Luis Humberto Navejas. Al escuchar su voz, todos regresan a sus asientos. “Vamos a echarnos una viejita”, menciona antes de cantar “Ausencia de cocina”.
The Chamanas es la banda telonera. La lluvia retrasa la llegada de muchos. Algunos deciden tomar taxi, pero la ciudad es un caos. Otros optan por la vieja confiable: el metro. Entran al Metropólitan empapados en busca de su lugar. Los cinco músicos se colocan en posiciones y arrancan con “Soy un solitario”. Desde el inicio del concierto, todos se ponen de pie, gritan, cantan y aplauden. La mayoría saca su celular para grabar.
La iluminación acompaña las canciones de Enjambre. Las luces siguen el ritmo de los acordes de las guitarras. En los puntos clave de cada rola, luces blancas prenden y apagan con rapidez. En el último acorde, los músicos permanecen iluminados. Con “Argentum” hay un juego con los colores morados.
“Para nosotros, el Teatro Metropólitan es un lugar especial. Es donde estrenamos Daltónico. Gracias por venir”, dice el vocalista antes de cantar “Tercer tipo”. En el fondo del escenario se aprecia una gama de colores que va del amarillo y pasa por naranja hasta llegar al rojo. En cada extremo se dibujan flores con los reflectores. Humberto no pierde la oportunidad de moverse de un lado al otro del escenario y agacharse para interactuar con sus fans.
Las luces iluminan a Ángel Sánchez, baterista de Enjambre. Se escucha “Dulce soledad”. Rafael en el bajo, Julián en el teclado y Javier en la guitarra se mueven con sus instrumentos y le sonríen al público. Humberto alza el pedestal con el micrófono, lo acerca a la gente para que cante. “Intruso” logra que el baterista se ponga de pie para animar a la gente al ritmo de sus batacas.
En el setlist continúan canciones como “Nueve”, “Manía cardiaca” y no podía faltar “Eliza, mi hortaliza”, en la que Humberto señala a varias chicas del público, a algunas las mira a los ojos e incluso les avienta besos desde el escenario. Dedica “Visita” a todos los presentes.
El momento protagónico del baterista es con “Nudo”. Algunos se sientan para poder apreciar esta pieza musical. Las luces cambian a tonalidades rosadas. Intercalan canciones de álbumes viejos con las más recientes de Imperfecto Extraño. Todas son coreadas. Recuerdan su disco Proaño al cantar “Tulipanes” y “Por esta razón”. Con “Ciencia en la lluvia” muchas chicas se sienten identificadas y se tocan el pecho. En “Sábado perfecto”, el público sigue el ritmo con sus palmas. Humberto echa su cadera hacia adelante e inclina su cabeza hacia atrás.
El Teatro Metropólitan a oscuras. “No, que no termine”. “¿Apoco ya terminó?”. Se escucha en el público. El bombo de la batería prende y apaga con luces rojas. En el centro trae el nombre de la banda. “Amenaza” en versión acústica logra ser un momento en que algunos derraman lágrimas. “Esa canción es la llegadora”, grita una mujer.
“Gracias por llenar el teatro con su voz y el corazón”, agradece Humberto. Salen del escenario. La gente se toma fotos mientras que otros piden más. No pasa ni un minuto y regresan con “Cámara de faltas” y terminan con “Detéstame”. Los músicos se acercan al centro y hacen una reverencia como agradecimiento.
