Zoé: Aztlán y otros sueños perdidos.
CHICAGO,IL - USA | 27 DE ABRIL DEL 2018 | FOTOS CORTESÍA DE Zoé | ARTÍCULO POR: VÍCTOR GARCÉS EDICIÓN: DIEGO PÉREZ | FUENTE: rockerosvip.com |
Debo confesar que no recuerdo el momento exacto en que escuché a Zoé la primera vez. Aquellos recuerdos de inicio de juventud son tan borrosos como idealistas, y por consecuencia son totalmente confusos. Vivir fuera de México a finales de los 90 y principios de los 2000, nos obligaba a estar siempre fuera de tiempo. Nuestros descubrimientos que parecían fantasías, ya eran realidad en escenarios muy lejos a nosotros. Ya para entonces, había cruzado por toda la discografía de Caifanes, Cafeta, La Ley, María Fatal, Soda Stereo, y comenzaba a hundirme en las canciones de Charly y Spinetta. Como quien dice me graduaba de rocanrolero. Así pues, ya con el pelo largo y con mi botas de casquillo, pasaba las tardes con mi walkman de CD negro azabache, brilloso, y con acabados fosforescentes. Que parecía exactamente como imaginaba mi alma: oscura, pero con estilo. Lo llevaba conmigo siempre, al caminar a la escuela, por el tren, camiones, al dormir, estudiar...en fin, éramos inseparables. Lo único que recuerdo es que de pronto los días se pintaron de las canciones de aquel primer Zoé (2001) y del Rocanlover (2003). Me volaron la cabeza. Entre unos sintetizadores bien apapachables, unas guitarras que gritaban sin alzar la voz, y unos coros tan melódicos como pegajosos, era imposible no engancharse.
Sin embargo, y a pesar de estar siempre empapado de música (en todos los sentidos), no fue hasta que me mudé a México en el 2006 que comprendí lo que significaba Zoé en la música alternativa en español. Memo Rex (2006) se escuchaba en todas partes y no había ciber que no tuviera su música en la carpeta del Ares. Quizá por eso fue tan emocionante ver el 281107 (2007). Más que la música, la puesta en escena, o el rebozo de León, lo que conmueve de aquellas imágenes, es el aparente vacío frente al escenario. Aquel que se ilumina sólo por las luces de los celulares que brincan al unísono y que convierten la música que se desprende del escenario en adoración alegre y descarada. La entrega es impresionante. Cada canción cantada a pulmón, como si fuera manda. Es fascinante la impresión y reflejo que causan las canciones de Zoé en sus seguidores. Fuera de la versatilidad o la sencillez de sus versos, son las imágenes tan bien forjadas, que al final se apoderan de la memoria de todo quien las escucha. Es cierto, no son canciones que propongan un mundo distinto o que tomen protesta política o social. Más bien, son canciones muy personales, así como el amor y la vida misma. Por eso no es sorpresa que Veneno, Deja te Conecto, Frío, Vinyl, 10am, Reptilectric sean parte ya del subconsciente colectivo.
Han pasado 11 años. Tanto ha cambiado. El tiempo es así: perdona lo que la vida olvida. Hay tanta musica, tantas canciones, tanto ruido que se confunden los sentidos. Pero Zoé sigue ahí; sobre el mismo escenario al que se montaron en 1995. Y para sorpresa de nadie, tan presentes como siempre. Hace justo una semana, me llegó una publicación de FB anunciando un show sorpresa para presentar su más reciente disco: Aztlán (2018). Fueron pocas horas las que tuvo su público para llegar a la cita: Glorieta de Insurgentes, 5:00pm. Pero justo cuando los muchachos subieron al escenario, el lugar estaba abarrotado. Fue realmente lindo verlos así: a todos con la garganta llena de emoción. Coreando como plegarias, las canciones que han acompañado a todo preparatoriano en los últimos 20 años.
Sonaron las consentidas, las que sería imperdonable no tocar; pero lo más importante, sonaron las nuevas, las que era crimen no esperar. Aunque nunca se ausentaron del todo, León con su carrera solista, y Rodrigo con su documental de la banda, el entusiasmo de Aztlán y de aquella tarde recae en ser el primer disco en estudio desde Prográmaton del 2013. Es el regreso, el reconocimiento con la banda sonora de tantos.
Tal fue la emoción, que Aztlán con sus 12 canciones, se convirtió en pocos días en el disco alternativo más escuchado en las plataformas digitales. Como era de esperarse después de escuchar los primeros tres singles, Zoé no necesitó reinventarse para regresar al escenario. Resguardados por el sonido que los ha caracterizado siempre, matizaron su identidad sonora con alteraciones acentuadas, experimentales y precisas con las que lograron un sonido concreto y maduro; lejos de lo repetitivo. Si bien los paseos intergalacticos de la imaginación de León son ya muy conocidos. Los consecuentes versos, símbolos, metáforas y alegorías consiguen encajar muy bien con las melodías cargadas de sintetizadores que serpentean coquetamente entre las guitarras, bajo y batería. Creando de esta forma canciones tan suspirables, bailables y cantables, como en aquel primer disco homónimo.
De las 12 canciones, e imaginando ya sus próximos conciertos, advierto una emoción particular con Venus y Azul. Las primeras dos canciones del disco y que tocan una temática recurrente en Zoé: el amor, con todos sus prejuicios y anhelos. Los coros son suicidas y te atrapan de inmediato: Vienes con el mar, vuelta en un ciclo Vienes y te vas, como una Venus te apareces/ Estoy cayéndome a pedazos por tu ausencia. Y lo peor es que no quiero verte nunca. Es simplemente imposible no cantarlas
Aztlán, canción que le da nombre al disco, propone letras poco usuales en la banda. Quizá guiados por la incertidumbre actual en México, el sismo de septiembre o las elecciones Presidenciales próximas, Zoé entrega una plegaria de amor y comunión a la esencia de un pueblo que aunque sufre, no deja de cantar. México nos duele a todos muchachos, sobre y bajo el escenario, será bonito cantarle en cada concierto.
Al final, aunque hubiese gustado de guitarras más fuertes en algún momento, conociendo la línea musical de los seguidores de Zoé seguro encontrarán en cada canción algo particular para engancharse del disco. Por ejemplo, No Hay Mal Que Dure y Ella es Magia, las imagino de lo más á go-go, y desde ya están en mi playlist de carretera. Cada quien tendrá una razón distinta, y sea cual sea ésta, después de tantos escenarios, de tantas canciones, y de 20 años de carrera, lo más lindo de este Aztlán es saber que nada ha sido suficiente. Que aquellos que estén frente al escenario, aún prenderán sus luces al brincar y cantar cada canción. Y sobre todo, que hay aún muchas gargantas, tanto nuevas como añejas, que se emocionan al decir “hay nuevo disco de Zoé.” Nos veremos en algún concierto muchachos. Ya veremos quién se sabe mejor las canciones, ustedes o nosotros.
FIN.