Café Tacvba: Crónica de un Taconazo.
CHICAGO, IL USA | 7 DE OCTUBRE DEL 2018 | ARTICULO & FOTOS POR: Víctor Garcés | EDICIÓN: REBECA & DIEGO PÉREZ |
La tercera es la vencida, así dice un dicho dichoso, que diciendo dice mucho, pero al decirlo dice muy poco...Yo podría decir por ejemplo, “fueron tres nuestras noches con Café Tacvba, en el Concord Music Hall en Chicago, como parte de su gira Niu Güeis 2018; los días 28, 29 y 30 de septiembre, fue bonito.” Así de simple, la gente lo creería y el trabajo habría terminado. Pero nada es tan simple, o al menos no debería serlo. Es cierto, fueron tres conciertos, y sí fueron bonitos, mucho. No es sorpresa, Chicago los ha cantado desde hace muchos escenarios; son consentidos de la ciudad. Tanto, que al terminar el último mambo de El Puñal y el Corazón, no hubo plegaria suplicando por nuestro eterno y triste descanso al despedirse los tacubos de la tarima. No hubo tristezas, solamente alegrías, incluyendo la mía.
Días después, entre la nostalgia del momento y la emoción del recuerdo, intento deducir, sin concretar exactitud, cuantas veces he coincidido con Cafeta. Comprendo que mi título de rocanrolero recalcitrante y empedernido me llegó cuando ellos tenían ya muchos públicos recorridos; por lo que dudo que se hayan percatado de alguno de nuestros encuentros. Dato que entorpece mi relato de cronista obsesivo, pero no el de musicalizador por Frecuencia Modulada (Domingos 9pm-12am por WNUR 89.3 FM, wink, wink). Entonces, ya que no recuerdo el total, contaré el principio. Eso lo recuerdo con exactitud y hará que este artículo sea bien nostálgico alv. Mínimo a mi editor le agradará.
Hay muchos detalles explotables, pero sólo tres son los necesarios para contextualizar debidamente mi emoción de dicha reminiscencia. 1. Que en el verano del 2003 con la gira Cuatro Caminos, iniciaron una gira extensísima por el gabacho, primer gira a la que pude asistir. 2. Que con el tiempo dicho disco se ha convertido en mi consentido de Café. 3. Que a pesar de mi entonces obscena juventud, en el Aragón Ballroom (el teatro utilizado) las identificaciones oficiales valieran lo mismo que la vida en León, Guanajuato...absolutamente nada. Razón por la cual pude asistir al concierto, cuando según papá gobierno no debía.
Aquel concierto fue un escalofrío total. El vértigo musical inició con el ska desmadreador de Maldita Vecindad. Quedé fulminado. Cuando subió Cafeta, la adrenalina era mayor a lo que mis adolescentes fantasías pudiesen imaginar. Estallaron las ahora aunque-desde-siempre clásicas: Las Flores, Las Persianas, Fin de la Infancia, Cómo Te Extraño Mi Amor, Mediodía, Eres, entre tantísima más. El slam fue delicioso y los codazos a la espalda los descifraba casi fraternales. Sobre el escenario Elfego, Meme, Joselo, y Quique eran una cofradía maravillosa. Palabras, melodías, y movimiento en sincronía catalizadora de nuestra alegría. Éramos todo lo que ellos pedían de nosotros y ellos eran todo lo que nosotros necesitábamos.
Desde entonces, 15 años después, no sabría ya cuantas veces nos hemos encontrado. He perdido la cuenta y confundo conciertos, ciudades y días como si fuera Juan por Ixtepec. Por momentos, destellos de alguna canción se confunde con algún otra y sólo percibo las diferencias por detalles cotidianos, que siendo sincero creo que he ido inventando: alguna vestimenta de Rubén, el largo de mi cabello, lo sofocante/frío del foro o el peso de la cámara entre mis manos.
Lo bonito de los recuerdos va más allá de perpetuar un instante. Más bien es el sentimiento que nos provoca y que, al mismo tiempo, nos enajena de nuestra propio presente. Fuera de la prolongación de un momento ya vivido, es el anhelo de volver a vivir (los buenos tiempos claro está, yo tampoco quiero revivir los pellizcos de mi madre cuando era niño) lo que nos provoca tanta emoción. Y cuando esto ocurre, cuando el recuerdo es revivido y el sentimiento recobrado es tan perfecto como nuestra realidad, pocas alegrías pueden compararse.
El domingo 30 de septiembre, pude vivir un recital más de Café Tacvba. Las luces se apagaron y mi lente se encendió buscando encontrar los momentos perfectos. Entre fotografías llegaron una a una las canciones y con ellas se fue yendo mi voz. De pronto, me sentí brincando en aquel Aragón hace 15 años, o gritando Chilanga Banda en Guadalajara, después me descubrí cantando con miles de personas en un Vive Latino, y terminé slamiando con cámara en mano El Fin de la Infancia en Chicago durante una noche fría de septiembre. (Nota del escritor: En este punto se podrá notar que la nostalgia prometida ya le pegó como gripe en verano, cuando duele más).
El éxito de Café es mucho mayor al de tocar siempre los “clásicos” que todos esperan. Aunque estos llegaron este pasado domingo, los versos nuevos del Jei Beibi fueron indispensables para mantener vivo un setlist que debe ser difícil de cambiar. Así llegó Futuro, Matando, y Que no, que lograron una atmósfera tan solamente como el performance casi teatral de los compas sobre el escenario. El público cubierto de la tenue, rojiza y palpitante luz aplaudió y cantó cada canción con la misma euforia con la que los Tacubos rompían el escenario. Fue conmovedor.
Desconozco cuándo volveremos a coincidir. Ya hace mucho que pasé de la tercera, de la cuarta, de la quinta, y yo creo que la vencida ya se dio por vencida. Lo más fascinante de un concierto de Café Tacvba, es que a pesar de los recuerdos que se unen en un mismo sentimiento, siempre deseamos más. Ningún recuerdo debe ser idealizado hasta punto de olvidar nuestro presente. Recordando entonces aquel primer concierto hace 15 años, lo más lindo de aquella noche es que no se repetirá. Que sonrío al imaginarla y al no extrañarla, porque, como dice Cafeta, “lo que tú busques hay.” El próximo concierto siempre será el mejor. Bonita noche en el Concord, muchachos. Nos vemos en el próximo para meterle duro taconazo.
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