Cobertura Vive Latino 2017 °Domingo°
CDMX 23 marzo del 2017| Reseña por Leslye Arredondo | Cobertura especial de Paty M Fuentes, Jacqueline Ponce, Ana Rodelo y Moncho Saldaña | Fotografía de encabezado propiedad de OCESA y Lulú Udapilleta.
Lo que vimos, lo que oímos y lo que nos contaron
El segundo día del Vive pintaba intenso. La gente llegó más temprano: algunos como la fresca mañana y otros con cara de resaca mal curada. Al fin, todos puestos para la aventura que nos esperaba en un domingo con sabor a fiesta y relajo.
Corrí lo más que pude para ver a Mexican Juligans en la Carpa Intolerante. Venían de un festival en Austin y no se les notaba nada cansados. Traen un concepto escénico muy fresco y enfocado al relajo y así lograron atraer a los asistentes que iban llegando en grandes manadas al Foro Sol. Por la ubicación de la Carpa —muy cerca de la entrada lateral del escenario Indio—, era muy fácil detenerse y contemplar el verdadero desastre que armaron estos vatos, quienes han sido criticados a morir por hacer un punk de rancho muy al estilo glam. Tuvieron de invitados a Los Gatos Negros de Sayulita y a Hideki Beat Box quienes le agregaron candela al asunto. Bien por esta banda, porque rescatan muy a su manera, uno de los principios básicos del rock: divertirse en el escenario.
En la súper plataforma Indio, La Pegatina se entregaba con todo. Mucho baile y alegría destilaron los españoles quienes subían los ánimos rola tras rola. En el inter, me di tiempo para ver la exhibición de los bicicleteros de Vans. Me impresionó su destreza y la forma tan simple en que ejecutan sus trucos. Mientras, ya visualizaba que el escenario Vive Latino tendría en sus filas, lo más rudo de la tarde y lo más prendido de la noche. En el camino, me di una vuelta por la Carpa Comedy y noté que tenía mucha audiencia, lo cual me sorprendió bastante. El pasillo más transitado del Vive era una zona de mucho movimiento y euforia enmarcado por los sesenta puestos del Tianguis del Chopo que vendían playeras, accesorios, tazas y demás chucherías a diestra y siniestra. Algo que si debemos celebrar es que los baños no estaban en condiciones fatales y los había por todas partes, con eso de que nos encanta la cerveza, era vital que ese gran detalle estuviera a la orden.
Cuando Brujería hizo su arribo al escenario VL simplemente olvidé que estaba en un festival de música latina. La gente estaba en éxtasis total, se armó el mosh pit en varias ocasiones y se veían volar los vasos conmemorativos del Vive en las partes más rápidas de las canciones. Esta buena píldora de metal hizo sus estragos y poco después con Rancid el público simplemente se volvió loco. Había fans que los estuvieron esperando desde el inicio del día y desbordaron todas sus emociones al escucharlos y verlos tocar. Eso del punk no es lo mío, definitivamente no fue la mejor idea verlos. Hacen un trabajo escénico muy bueno, representan de lujo a la vieja escuela y sí se siente el espíritu genuino de toda una generación marcada por este género en sus rolas; quedaron agotados y felices los fans y yo con ganas de nunca jamás volver a verles.
Regresé al escenario Indio para ver casi lo último de la presentación de Enanitos Verdes. Un Lamento Boliviano que más bien sonó a himno, fue un momento entrañable para los mayores de treinta y tantos y para los más jóvenes, seguro un ejemplo de cómo trascender en el rock en español.
En el escenario Indio Pilsner Plata, ocurrió lo más chingón de la noche desde mi perspectiva: La Barranca dio una catedra de cómo los sonidos latinos se pueden reinventar y diluir en géneros complejos como el rock progresivo. Con una pulcritud digna de una orquesta de cámara, trascurrió su presentación con fondos psicodélicos y humo, que evocaban magia pura. De respeto total lo que ofrecen estos músicos y la gente lo sabe, la pista estaba a full.
Después del orgasmo auditivo y el relax momentáneo, el clímax rockero fue patrocinado por Hombres G en el escenario Indio. Un show sin pretensiones, jugando mucho con la audiencia y con una calidad de audio increíble, se rifaron lo que todo el mundo tenía atorado en la garganta desde hace años para cantar con ellos. Realmente, fue memorable esta presentación, el setlist estuvo muy bien pensado para subirnos a un carro de montaña rusa y traernos a su antojo.
Para ponerle punto final al Vive, arribó Justice. Se hizo la oscuridad total, las pantallas laterales del imponente escenario que vio desfilar a decenas de músicos se apagaron. ¡Qué show tan cabrón y espectacular! No sabía si dejar la boca abierta para que por ahí también me entrara la mezcla inconfundible de su proyecto o ahorrar la poca batería que mi cuerpo reservó para ese momento de la noche para seguir el beat. El diseño de iluminación, asi como la asombrosa coordinación de la música con las emociones del público, hicieron de este cierre algo fuera de serie. En realidad, los Djs no hicieron la gran cosa sobre el escenario más que ejecutar con precisión sus pistas, pero todo el glamour de la producción escénica se conjugó con la energía característica de su estilo. La gente bailaba sin parar mientras poco a poco se vaciaba el Foro Sol, dejando muy en claro porqué el Vive Latino es y seguirá siendo un festival para todos los gustos, muy bien pensado, organizado y que seguramente nos sorprenderá aún más en su siguiente edición.